Enero es mes de presentación y aprobación final de presupuestos que llevan unos meses elaborándose
Ahora casi todo el mundo lo llama budget. Tal día tengo budget, incluso decimos. Elaborar presupuestos es todo un arte. Se requiere una combinación de experiencia, intuición, conocimiento y suerte.
Se conduce con la vista al frente en los siguientes metros de carretera. Pero en economía y empresa el futuro no lo podemos ver. Así que cuadramos el budget mirando por el retrovisor: ¿cómo cerré el año pasado? Y, teniendo como base ese ejercicio, extrapolamos el siguiente año aunque, del mismo modo que en el casino siete rojos seguidos no asegura que vaya a salir negro, en la empresa lo acontecido ayer no tiene por qué determinar lo que sucederá mañana.
Todo son suposiciones: con tal cliente puedo aumentar la facturación; y con tal otro, también. Pero nuestros competidores realizan exactamente las mismas cábalas. Si pudiésemos unir los budgets de los competidores y sumáramos lo que cada uno estima que van a aumentar sus ventas con un cliente concreto nos llevaríamos una sorpresa porque, pobre cliente debería aumentar sus pedidos con todos y cada uno de sus proveedores. Y ese cliente, que también está haciendo su budget ¡quizá prevea rebajar los costes de sus compras! Siempre he pensado que si pudiésemos contrastar los budgets de las empresas de un sector se demostraría ya en enero que cumplirlos todos es casi imposible. Alguien va a pringar, como se dice vulgarmente.
Pero el papel lo aguanta todo. O, en su versión moderna: «El Excel lo aguanta todo». En efecto, sobre el papel uno puede poner lo que quiera porque ningún cliente cuestionará. Otra cosa es que nos lo creamos.
Y esa es en realidad la clave: que nos lo creamos. Vamos a ser sinceros. Los presupuestos no son una cuestión técnica sino una cuestión de fe. Nos lo creemos o no. Un budget refleja un conjunto de intereses comerciales, financieros, organizativos y, sobre todo, personales. ¿Qué quiero? ¿Qué me apetece? Aunque un superior jerárquico ha de aprobar el presupuesto, quien lo ejecuta tiene mucha fuerza para aceptarlo. Y por eso digo que el budget es un asunto psicológico antes que económico. Porque refleja una lucha de deseos. Un psicólogo que conozca bien a un directivo dilucidará mejor que un experto empresarial la objetividad y realismo de un presupuesto. Por que los presupuestos reflejan sueños y miedos, venganzas y triunfos, son ajustes de cuentas con los demás, con uno mismo, con nuestros trabajadores, con nuestra propia historia. Un budget es un momento cumbre donde, por una vez, queremos imaginar y perfilar el futuro. Un futuro que depende de la tecnología, de la situación política, de los bancos centrales y del legislador. Que sí, que también estamos nosotros y lo que podamos hacer. Pero es una justificación. Hacemos el budget para creer que la clave somos nosotros. Y porque es parte del proceso, claro.
Suerte.