Zuckerberg ha reconocido públicamente que Facebook ha sido responsable de no haber protegido la información confidencial de varios millones de estadounidenses. Lo que un pequeño equipo de programadores puede hacer con esta información es inimaginable: identificar los movimientos, el estilo de vida, las personas afines, la ideología, la manera de pensar de los usuarios…
Sería relativamente sencillo recomponer la vida de una persona concreta. Y en términos sociológicos, pueden identificarse las noticias que producen cambios de opinión, las causas que mueven las preferencias de la población. No es casualidad que a los pocos días, las principales redes sociales dirigidas a menores y adolescentes comunicaran que aumentaban la edad mínima para darse de alta.
Tenemos un problema con la tecnología. No es que vaya más rápido que el legislador, es que le va sacando cada vez más distancia. Hay un Internet clandestino donde con moneda digital sin emisor conocido se pueden adquirir productos ilegales de empresas fantasma.
Los incentivos a la ilegalidad están servidos por los mismos que trafican con nuestra información. Hoy es Sant Jordi. Se venderán en Cataluña en un solo día casi el 15% de los libros del año. El resto del tiempo los incentivos para piratear son demasiado golosos. ¿Tu compras libros o los descargas gratis?, preguntamos ya sin rubor. El delito generalizado banaliza el asunto. Nadie lo dice pero los que trafican en la red son los mismos que trafican con información privada. Se está creando un mundo paralelo al margen de la ley. Blockchain y los sistemas de identificación de usuarios son cada vez más necesarios. Las autoridades deben averiguar quién sustrae y vende nuestra información y quien pone gratis al alcance de cualquiera el trabajo ajeno. Big data es una gran oportunidad pero hoy por hoy es un big problem.